Este sábado 28 de
julio, Catasa volvió a reunirse para vivir una experiencia límite. Fiel a los
principios que le dieron vida y sustancia, y acorde con el espíritu deportivo
que abraza al mundo estos días, Catasa se dio cita para un cruento combate de
Paintball y una nueva sesión de canopy/tirolesa, para terminar compartiendo un
buen asado de camaradería. La cita fue esta vez en las instalaciones de
PirqueExtremo, situadas en los campos de Pirque y dotadas de una geografía rica
en situaciones y posibilidades (cerros, llanuras, bosques, etc) a escala
perfecta para la práctica de todo tipo de deportes aventura. La empresa es
joven aún, por lo que las facilidades eran mínimas, los baños pocos y la
organización un tanto suelta, más ello no mermó un ápice el entusiasmo de
Catasa.
La llegada al
lugar fue, una vez más, caótica. La organización proporcionó coordenadas GPS y dos
planos, ninguno de los cuales servía para algo más que para envolver pescado en
la feria, de modo que la mayoría nos vimos frenando a concho para no volar la
entrada de un condominio ubicado justo ahí en medio de la carretera y donde se
suponía estaba PirqueExtremo. Estaba tan
mal hecho el plano que incluso, y por favor capten el profundo sentido de esto:
“Ludovico fue el primero en llegar!”. Luego llegó Coco mostrando con orgullo su
nueva adquisición proveniente de la casa Citroen en Francia y tercero quien les
habla (si weón, lo que pasa es que yo voy hablando mientras tecleo estas cosas)…
y los tres perdidos.
“Buen día mi estimado
señor” preguntó Sandra a un baqueano que pasaba por ahí en burro: “sería Usted
tan amable, Su Mercé, y sólo si no fuera mucha molestia, de indicarnos cuál es
la ruta para llegar a un campo de deportes llamado PirqueExtremo?”
“Méih la custión
pa rara seorita, no la abía escucháo nunca fijese… pero déjeme preuntarle a la
Florencia que está allá en el campo de mi cuñáo, que esa es más rediablaza pa
esta cosas fijesé…” y mientras Sandra se proponía esperar la vuelta del
baqueano, otros siguieron preguntando obteniendo vagas señas de para dónde
podría ser la cosa. En fin, varias vueltas más tarde, finalmente hicimos
ingreso al famoso campo, con Eugenio pisándonos los talones y jurándonos que
nunca anduvo perdido. Ricardo Solis llegó último… pero llegó. En fin, mientras
nos tomábamos un reparador cafecito, Coco entregó los cortavientos de Catasa
que había mandado a hacer y que todos nos pusimos de inmediato, pues estaban
bastante bien hechos y tiraban harta pinta, vean la foto. (Ah, Recuerden que TODAS las fotos en este blog se pueden ver más grandes haciendo click sobre ellas).
Gracias Coco por la iniciativa. (Ahh,
paguen las 5 luquitas del cortaviento poh!)
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El grupo completo, incluyendo al que tomó la foto. |
En fin, al poco
comenzaron los aprestos para la primera patita de la jornada, el combate en
paintball. Dejándose de cuentos, este deporte no tiene nada de juego y puede llegar
a ser bastante cruento, en especial si no estás bien protegido, porque un balazo
te puede hacer recordar a la mamita bien fácil y la adrenalina fluye a torrentes,
pues pocas cosas emocionan más que volarle la raja a un enemigo con un huascazo
bien dáo, evitando que por el otro lado te pase lo mismo. Esta vez el objetivo
era capturar la bandera y llevarla por campo enemigo esquivando las balas hasta
el final del mismo. Tres patitas duró el combate, pues debimos desempatar las batallas
previas ganadas por cada bando, ganando al final los cosacos negros, dignos
hijos del legendario Sergei Ivanovich Korolkov.
Después del combate
le tocó el turno al asadito que la organización puso a disposición nuestra. Ludovico,
quien es el único de toitita la patota Catasa que sí ha estado en combate real (de
guerra) fue curiosamente el único que no participó del combate de mentira, y
fue comisionado para encender los fuegos de la parrilla y para pelar apios y
paltas, algo que terminó siendo toda una novedad para él, lo que se reflejó en
trozos de palta tamaño elefante (hay fotos!). Ya sentados a la rústica mesa
pudimos paladear un costillar que estaba harto güeno güeno güeno, nuestras
felicitaciones al chef, quien a esa hora ya no se podía mantener en píe producto
de quien sabe qué bichos raros y que lo llevaron a pasar el resto de la
tarde en el asiento sobándose la guata recostado
en su cacharro.
Después del asado
venía el turno de la tirolesa o canopy, disciplina que en anterior ocasión
demostró poder gatillar en algunos más viejitos episodios de pánico
descontrolado… pánico a la altura… a la resistencia de la cuerda o… en fin,
miedo a quedar más plano que el coyote después del porrazo… y esto amiguitos
míos es, para algunos, una custión pelúa.
Pero el espíritu
olímpico que abraza al mundo estos días hizo el milagro, y fuimos testigos de
cómo los viejos se ponían el arnés y, al son de las típicas tallas, se
acercaban con el pulso acelerado al colgante. Ver foto:
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Chancho Volador previo al despegue. Foto cortesía Ludovico. |
Y para hacer la historia corta amiguitos, el
chancho volador demostró el porqué de su nombre, Eugenio no pudo hacerse el
weoncito delante de sus hijos y, último de la partida, Ludovico ya no tenía
alternativa más que lanzarse al vacío. Harto rica la sensación del Canopy…
Cabe destacar la valentía de los que vivieron por su "primera vez" la adrenalina del canopy, los dejo retados, para hacerlos sobre el río Maipo, la próxima vez. Lo pasamos muy bien!
ResponderEliminarSandra
jajajajaj demasiado buenoooo!! tio no se como se le ocurren todas esas cosas, se paso demasiado bien el sabado, seran lindos recuerdos de la familia para toda la vida de la familia
ResponderEliminarBesos
Marion